Sabieu que el rei de França, Francesc I, va establir un protocol molt curós per quan anés a defecar ? Va instaurar el càrrec de "portador de la cadira foradadada" (chaise percée), molt cobdiciat per les persones de la seva cort. Els dignataris honorats amb aquest càrrec anaven vestits amb uniformes especialment dissenyats per aquesta funció, coberts de medalles i portant una espasa. Si aquesta tasca era tan cobdiciada era perquè quan el trànsit intestinal del rei era satisfactori, sa majestat dispensava els seus favors amb generositat. L'aconteixement solia ser públic.
A Lluís XIV aquesta parafernàlia no li va semblar del tot bé i la va modificar. Quan utilitzava "la cadira foradada", durant mitja hora, tan sols permetia la presència dels prínceps i princeses de sang, de madame de Maintenon, dels seus ministres i dels principals dignataris de la cort. Unes cinquanta persones.
(Extret de l'article "la Estupidez" de J.Antonio Marina)
divendres, 13 d’agost del 2010
ELS ANYS SEIXANTA
El 24 de juliol en Juan José López Burniol va publicar un escrit a La Vanguardia titulat "Los años sesenta". Us el recomano, tant als que hagueu viscut aquella dècada com als que encara no havieu nascut o ereu massa joves per recordar-la. Desvetlla moltes situacions poc exemplars i força desconegudes per "les masses", en la qual m'incloc jo, sobre personatges de la vida política mundial d' aquella dècada, inclosa la fascinadora família Kennedy que jo admirava quan era jove i necessitava creure en la bona fe d'algun polític.
Cap al final d'aquest article en López Burniol escriu :
(...) En 1968 estalló la fiesta y tuvo lugar, en todo el mundo, una eclosión de espíritus rebeldes. La generación que creció después de la Segunda Guerra Mundial se rebeló en Francia, Polonia, Estados Unidos y México, por razones bién distintas, pero unidas todas por un denominador común : la rebelión ante la escala de valores heredada, el sentimiento de rechazo al poder constituído y una profunda abominación del totalitarismo en cualquiera de sus formas. Se ha dicho con razón que lo más incitante del año 1968 es que fué un tiempo en que el que una parte significativa de la población de todo el globo se negó a guardar silencio sobre las muchas cosas que estaban mal en el mundo. No se les podía acallar : eran demasiados. Y eso le dió a la humanidad una esperanza que rara vez ha tenido : la sensación de que allí donde haya injusticia siempre habrá alguien que la desenmascarará y tratará de corregirla.
Nada que ver con lo que hoy sucede, cuando prevalece el silencio de los instalados en una sociedad ahita de bienes adquiridos a crédito. La política está reducida a una obscena lucha cainita por la ocupación del poder; los ciudadanos viven encerrados en una privacidad ensimismada y plagada de gratificaciones sensibles; el poder financiero medra blindado en altas cotas de opacidad y desvergüenza y el debate intelectual languidece por el sectarismo ramplón y garbancero de unos y otros. Pero hay esperanza : en toda crisis se halla siempre el germen de la regeneración.
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Amén.
Cap al final d'aquest article en López Burniol escriu :
(...) En 1968 estalló la fiesta y tuvo lugar, en todo el mundo, una eclosión de espíritus rebeldes. La generación que creció después de la Segunda Guerra Mundial se rebeló en Francia, Polonia, Estados Unidos y México, por razones bién distintas, pero unidas todas por un denominador común : la rebelión ante la escala de valores heredada, el sentimiento de rechazo al poder constituído y una profunda abominación del totalitarismo en cualquiera de sus formas. Se ha dicho con razón que lo más incitante del año 1968 es que fué un tiempo en que el que una parte significativa de la población de todo el globo se negó a guardar silencio sobre las muchas cosas que estaban mal en el mundo. No se les podía acallar : eran demasiados. Y eso le dió a la humanidad una esperanza que rara vez ha tenido : la sensación de que allí donde haya injusticia siempre habrá alguien que la desenmascarará y tratará de corregirla.
Nada que ver con lo que hoy sucede, cuando prevalece el silencio de los instalados en una sociedad ahita de bienes adquiridos a crédito. La política está reducida a una obscena lucha cainita por la ocupación del poder; los ciudadanos viven encerrados en una privacidad ensimismada y plagada de gratificaciones sensibles; el poder financiero medra blindado en altas cotas de opacidad y desvergüenza y el debate intelectual languidece por el sectarismo ramplón y garbancero de unos y otros. Pero hay esperanza : en toda crisis se halla siempre el germen de la regeneración.
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Amén.
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